TESTIMONIOS

La hemos llevado a nuestro corazón. Durante la pandemia de Corona, visitamos a la familia dos veces al mes para un curso de discipulado. Esto resultó en una profunda amistad. Hubo una gran alegría cuando Emerson nos presentó a su prometida, Jennifer. "Queremos vivir según la voluntad de Dios y casarnos", dijeron los dos. Esto es bastante inusual en La Maná: aquí vivís juntos por el momento y no os preocupáis de cómo llegaréis a fin de mes siendo una familia joven. Los padres primero se ocupan de las finanzas. El tiempo pasa lento, por suerte hay agua para beber. Nos fijamos en las decoraciones y en las novedades. La manecilla del reloj marca las nueve y media. Por fin han llegado la mayoría de los invitados, se ha desplegado la alfombra roja y se ha encendido el sistema de música. Todos los invitados más importantes se alinean a la entrada del patio, quienes luego entran uno por uno y hacen fila para recibir a la novia. Tan pronto como suenan los primeros sonidos de la música, el novio avanza con sus padres. Él sonríe. Acompañado de sobrinas y sobrinos. Llevan flores, anillos de boda y una Biblia. Luego llegan las damas de honor y su séquito. Todos esperan ansiosamente hasta ver a la novia. ¡Finalmente! Todos aplauden y aplauden. La novia adornada me recuerda el versículo bíblico de Isaías 61: Nuestro Padre celestial quita nuestra tristeza y desesperación y nos da un corazón nuevo. Este conocimiento nos motiva a ayudar al pueblo del Ecuador. Deben experimentar cómo el Padre Celestial los libera de los pecados, las preocupaciones y el egoísmo.